Simón Gómez Polo

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Descripción

(Barcelona 1845-1880)
Se formó, se instruyó y se cultivó en la Escuela de Bellas Artes, de su ciudad catalana natal, Barcelona, y mas tarde fue discípulo en la Academia Imperial de París, de Tomás Couture y de Alexandre Cabanel, y sus obras se distinguen por un sello propio y peculiar que rememora el estilo de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez y José de Ribera, sin observarse ni repararse propósito o intención alguna de imitación.
En 1874, hizo oposiciones a la cátedra de colorido y composición, en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, alcanzando y consiguiendo por sus ejercicios mención honorífica, y siendo adquirido por la Diputación el cuadro del concurso «La traición de Judas».
En su época fue muy popular en toda España, y sus retratos que evocaban a los de Goya y de Vicente López Portaña, aderecen y embellecen muchos palacios y museos, y en 1877 le fue ofrecida muy reservadamente y mesuradamente por Alfonso XII de España la plaza de Pintor de Cámara, con habitación y taller en la Real Casa, y sin embargo, rehusó, desestimó, tan halagadora y propicia oferta, prefiriendo la libertad y la soledad de su taller del Pueblo Seco (Poble-Sec) de Barcelona.
Su obra aborda temas diversos: religiosos y bíblicos, como el ya citado San Sebastián, Las dudas de Santo Tomás (colección particular, Barcelona), o Arrepentimiento de Judas (Real Academia Catalana de Bellas Artes de San Jorge), que son algunas de sus mejores obras y en las cuales puede apreciarse claramente la influencia velazqueña; retratos de fondo oscuro (El guitarrista, Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona) o de paleta más clara (el magnífico Retrato del mueblista Francesc Vidal i Javellí, Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona); y escenas de la vida cotidiana (Las cartas, Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona) o de género (El pendiente, Museo de Montserrat). A diferencia, sin embargo, de sus contemporáneos, no hizo uso del tableautin de pequeño formato, sino que utiliza siempre telas grandes.
Su prematura muerte, a la edad de treinta y cinco años, truncó una carrera que podía haber ofrecido aún mucho más de lo que dejó. Su obra está siendo objeto, en los últimos años, de una importante puesta en valor que subsana un injusto olvido durante varias décadas del siglo XX.